Empujo la puerta y se encontró con una habitación testada por la humedad y la oscuridad. Un olor a encierro y abandono inundo sus jóvenes sentidos. Algo le decía que no tenía que entrar ahí pero de alguna manera, a pesar de su miedo a la oscuridad, se adentro sin pensarlo. Cajones, cajas de cartón, papeles, libros y antiguos muebles eran algunos de los miles de cachivaches que aquel sótano albergaba. Una pequeña ventana dejaba pasar algunos rayos de sol mientras las correteadas de su pequeño hermano resonaban como martillazos sobre el viejo piso de madera.
De pronto un lamento apagado hiela su cuerpo. Se vuelve rápidamente pero lo único que ve es la puerta cerrándose a sus espaldas. Un escalofrió inundo su inmóvil cuerpo. Desde muy chica había escuchado sonidos extraños desde el sótano pero nunca se había animado a bajar. Con la excusa de que el sótano estaba testado de fantasmas, su madre los había mantenido lejos de el durante años. Pero ahora que no estaba, nada le impedía hacerlo.
Trato de controlarse y siguió avanzando, de alguna manera los pasos de su hermano la mantenían centrada. A pesar de su tan temprana edad Maryan era una chica muy madura. Siempre había trabajado al compás de sus padres, sin ser ello un impedimento para continuar con sus estudios, tanto académicos como musicales. Maryan tocaba el violocello desde los 4 años transformándose en la chica prodigio de la familia. Contaba ya con varios conciertos importantes en su haber sin haber llegado a cumplir todavía los 13 años.
El sonido del golpe de unas maderas cayendo contra el piso detuvo su corazón por un instante, solo para hacerlo latir salvajemente fracciones de segundo después. Volvió a girar su cuerpo y alcanzo a ver aquellas viejas fotos que su madre le había mostrado un caluroso día de verano, cuando todavía esperaba el regreso de su marido. Otro grave lamento, esta vez tan poderoso que soplo sus rubios cabellos hacia atrás, hizo que el pánico se apoderara de ella por completo. Corrió hacia la puerta con toda su energía solo para notar que estaba trancada por fuera.
Un instante de silencio rondo en toda la casa. Los pasos de su pequeño hermano habían dejado de escucharse, también los ladridos del perro del vecino, ni siquiera el sonido de las hojas secas de los árboles danzando al compás del viento tenían lugar. Era como si el sonido viajara por otra dimensión.
Ella seguía con la nariz pegada a la puerta y su tierna manito aferrada al picaporte de aquella necia doncella de madera. Algo le decía que no volteara pero su joven escepticismo a lo sobrenatural la hizo voltear rápidamente solo para ver como el muy descompuesto cuerpo de su padre se acercaba lentamente a ella. Su rostro, impregnado en rabia y eléctricos pero lentos movimientos, hicieron que Maryan comenzara a gritar, pero no uno de esos grititos agudos que uno puede esperar de una chica de 12 años. El miedo había sacado una voz casi de adulto de sus jóvenes cuerdas vocales.
A medida que el cuerpo se acercaba podía ver como varias heridas de guerra se reflejaban en él. Un olor putrefacto había invadido por completo la habitación mientras él se seguía acercando, abriéndose camino violentamente entre las cosas. Ella volvió a girar hacia la puerta mientras la golpeaba con ambos puños en espera de que alguien le abriera. A su espalda los lamentos se hacían cada vez más intensos. Gritos guturales de dolor e ira prevenían ahora de todos lados. Sin voltear Maryan se encogió entre sus piernas y tapo sus oídos con sus manos, ya ensangrentadas de tanto golpear. De pronto la puerta golpea sus piernas. Su pequeño hermano había escuchado sus gritos y había venido en su rescate. Maryan se incorpora, da un paso hacia atrás para poder abrir la puerta y sale corriendo de ahí tomando a su hermano entre brazos a la pasada. No había terminado de salir de la amplia ante-cocina cuando gira hacia atrás esperando ver aquella criatura a sus espaldas pero lo único que ve es la puerta abierta de un sótano abandonado por el tiempo.
Posteado a las 11:44 del martes, 22 de diciembre de 2008