Triste-soledad

Triste Soledad

Los árboles danzaban al compás del frío viento del invierno mientras ella contemplaba desde la esquina de su cuarto la desértica y tormentosa noche de su despedida. Todo estaba muy claro, hoy ese olor dulce impregnado en las paredes de su calabozo hacían aflorar esos sentimientos de insatisfacción que había estado escondiendo durante años en forma de silenciosas lagrimas nocturnas.

A su lado un par de zapatos rotos, unas hojillas de cigarros y una carta... una carta cuya letra temblorosa y manuscritos cargados de rabia y emociones sofocadas, no hacían suponer otra cosa más que lo que se vendría.

Hoy era el día en que todos comprenderían el porqué de su silencio, el porqué de su indiferencia, el porqué de sus lagrimas... En eso, armó otro cigarro, lo puso en su boca y lo prendió con el ultimo fósforo que le quedaba... fósforos que al igual que sus fuerzas se habían ido consumiendo con el incesante pasar de las horas mientras el ensordecedor silencio de la casa se concentraba en el tenue sonido de las manecillas de ese viejo reloj de pared... Tic Tac Tic Tac...

Sus pies, húmedos por sus propias lagrimas, comenzaban a mostrar una mezcla de ansiedad y desesperación... miro a su lado mientras se sacaba de la boca lo que quedaba de su ultimo cigarro. El viento soplaba cada vez más fuerte, el cielo amenazante y precavido comenzaba a dejar aflorar su tristeza en forma de frías gotas de lluvia que, sigilosas y reservadas, golpeaban el fino vidrio de su ventana, mientras ella seguía sumergida en su melancólico mundo.

Sin sacar la vista de la ventana toma la carta del piso y la lee una vez más. Todos formaban parte de ese legajo... todos menos el. Ese amor no correspondido que de alguna forma era el principal causante de sus tormentos y que, irónicamente, no formaba parte de la carta. Una vez releída la vuelve a dejar en el suelo, mientras posa su vista en el agudo filo de su asesino. De pronto el sonido pujante del timbre contamina el tenso silencio de la casona, pero ella no se inmuta. Unos segundos más tarde el estrepitoso sonido vuelve a desarmonizar el lúgubre silencio el cual estaba sumergida, haciendo que se levante de su letargo mientras dejaba caer la hoja al piso... quizás, escondiéndola de su visitante...

Mientras bajaba por las rancias escaleras de ese viejo templo olvidado por el tiempo se escuchan fuertes golpes en la puerta... golpes que hicieron que se detenga por un segundo antes de seguir con su triste paso. Sin siquiera notarlo se encuentra frente a ese viejo picaporte de bronce tallado incrustado en la puerta... lo toma y lo gira haciendo que ésta se abra lentamente... De pronto, sin que ella se dé cuenta, se encuentra en los brazos de quien tanto quería, brazos que, de alguna manera, la apretaron tan fuerte que hicieron que todos esos pensamientos que tan firmes se habían arraigado en su cabeza, desaparezcan como el humo en el viento mientras todo lo que se escucho entre su agitada respiración fueron las palabras... "Yo también te quiero"

Postedo a las 11:16 del jueves, 24 de julio de 2008