la-llegada

La llegada

Las horas pasaban lentamente mientras el seguía esperando su llegada en aquel viejo bar de la esquina. El cálido ambiente del local contrastaba con aquel frío día de julio. La gente pasaba corriendo por la ventana, cubriéndose de la copiosa lluvia a la vez que las primeras luces comenzaban a iluminar la desolada calle. El sonido de la música añadía ese toque especial a una velada que hasta ahora venia postergándose más de la cuenta. Entre tanto la segunda tasa de café llega a su mesa aplacando su ansiedad mientras aquel antiguo Citizen colgado en la pared marcaban ya las 19:15. Volvió su vista, tomo la cuchara y mientras revolvía su café saco el último cigarrillo de aquella arrugada y húmeda cajilla.

El nostálgico sonar de aquel viejo Steinway junto con la gastada voz de un desconocido y melancólico guitarrista cautivaban sus oídos distrayéndolo de su angustiosa espera. Sus temblorosas manos sostenían aquel retorcido cigarro que de alguna forma evitaba encender. Dolorido tomo una servilleta y removió la humedad de la ventana para ver si la veía venir pero la densa lluvia, junto con la oscuridad de la noche, no le permitía ver mas aya de unos pocos metros. De pronto el crujir de la puerta llama su atención mientras una joven pareja entraba al local. El, al verlos entrar, bajo su vista y llevó el cigarrillo a su boca a la vez que sacaba de su bolsillo un sofisticado encendedor que le había regalado su hermano la ultima vez que lo vio.

Nuevamente aquel desarreglado veterano llamaba la atención con sus armónicos poemas. Esta vez con un tema de esos que hacen que todo el mundo gire su cabeza. Un dulce arpegio llenaba de calidez el alma de aquellas personas que habían decidido refugiarse de la lluvia en aquel escondido pero muy acogedor bar. Viejos cuadros y antiguas botellas de vino y wiskey adornaban las paredes mientras el anticuado horno a leña calentaba el atestado aire del momento.

Una vez mas la puerta deja oír su característico chillido haciendo que él se vuelva para ver pero nuevamente no era quien esperaba. Casi sin darse cuenta volvió a llevar aquel cigarrillo a su boca pero esta vez si lo encendió mientras observaba la joven pareja que había entrado momentos antes. De pronto los aplausos de la gente atraen su atención. Aquel viejo poeta se despedía de un cálido público que había sabido escuchar sus bien logradas letras y bellísimas melodías.

Un fuerte viento soplaba en aquella noche pero la lluvia había disminuido bastante haciendo que la gente comience a retomar el camino a sus hogares. El vuelve a mirar su reloj y al notar que ya eran más de las nueve de la noche comienza a hacerle señas al mozo para que le traiga la cuenta. Da una ultima pitada a su cigarro y, mientras se abriga para dejar aquel acogedor lugar, mira una vez mas a su alrededor con la esperanza de encontrar su rostro. Al no hacerlo sube el cuello de su gabardina, coloca las manos en sus bolsillos y comienza a caminar hacia su casa.

Minutos más tarde una delgada y bien arreglada joven llega al lugar y al ver que éste estaba cerrando toma su paraguas y comienza a caminar calle abajo...



Posteado a las 9:12 del martes, 14 de octubre de 2008