desperdicios

Desperdicios

Y ahí estaban... consumiendo sus penas bajo un puente olvidado por el tiempo, mientras aquel dulce humo se apoderaba de sus sueños... de sus esperanzas... Un viejo tanque de latón calentaba el ambiente mientras la fría y cómplice noche los mantenía alejados del mundo real. Sombras del presente deambulaban en la oscuridad mientras las cenizas del pasado escribían su legajo en aquel libro que nunca nadie leería.

La danzante luz del fuego dibujaba rostros apagados, inertes... cada cual en su mundo, hablando su propia lengua. Lagrimas y risas se mezclaban formando un triste lamento cuyas almas entonaban al unísono. Miradas perdidas, diálogos cruzados y falsas risas hacían de mediadores para una comunicación inexistente. Recuerdos de un futuro rasgado por el tiempo que, como sus vidas, contemplaban desde lejos.

"Porque me atosigas...?" grito uno a la oscuridad mientras el silencio ahogaba toda respuesta. Agujas, hojillas y botellas de plástico aplacaban su dolor mientras, inconscientes, vendían sus descartables almas al mejor postor. Otro estremecedor grito rompe aquella falsa armonía, haciendo que los espectros de la noche posen su vista sobre él. "Te odio" dijo, mientras observaba como sus lagrimas distorsionaban su reflejo en el agua.

Momentos del olvido dejaban imágenes de un episodio nefasto producto de la indiferencia y el abandono. Gemidos, chillidos y lúgubres cantos ambientaban la noche mientras el diablo afilaba sus garras esperando a su próxima presa. Entre tanto el fuego del tanque se iba apagando lentamente, dejando lugar al gélido frío de la noche, frío que, sin pedir permiso, irrumpía en sus almas mientras la oscuridad llenaba de pensamientos sus atormentadas cabezas.

Las horas seguían pasando y los primeros rayos de luz comenzaban a aclarar el horizonte haciendo que muchos de ellos emprendieran su regreso a casa... pero ella decidió esperar... Inseguridad, desesperación y desamor eran algunas de las palabras que se podían leer en sus ojos mientras anudaba una vez más aquella goma en su brazo. El tiempo, testigo de su perdición, comenzaba a escribir su epitafio. "Perdónenme" repetía con su suave voz mientras la aguja rajaba su delicada piel. Minutos más tarde la letal dosis hizo su trabajo haciendo que su cuerpo se derrumbe sobre el rocío de aquella fúnebre mañana de domingo. El sonido de las campanas de la vieja iglesia resonaba más fuete que nunca mientras sus padres acudían a ella como lo hacían todos los domingos, sin darse cuenta que hoy rezarían por el alma de su hija...



    Publicado a las 9:07 del martes 14 de octubre de 2008