Inconsciencia-consiente

Inconsciencia consiente

No hacia mas que golpearse la cabeza, estaba cansado, ella estaba por todos lados... en el súper, en el trabajo, en la cama, en el partido de los domingos... ya no quería saber mas nada. Caminaba de un lado para el otro, como un loco, buscando la forma de deshacerse de ella, pero esa pequeña, uniforme y aguda vocecita en su cabeza no lo dejaba en paz. Lo endulzaba, lo agredía, lo acariciaba, lo reprendía... le decía con quien estar, que hacer... y que no.

Ya no daba mas, ya había pasado mas de un año desde que comenzó. Al principio todo era dulzura, cariño... no era mas que una rocola de bellas palabras, pero, con el tiempo, fue ampliando sus horizontes, fue mostrándole sus debilidades, y usándolas para sí, fue abriendo el camino que sigilosamente se había trazado y, no mucho tiempo después, ya había tomado el poder.

Pobre de él, ya no sabia que hacer, había probado todo... obedecerla, contradecirla, ignorarla, hasta había probado con píldoras, pero ella seguía ahí, uniforme, inalterable, inconfundible, penetrante... convincente.

Alcanzó a creer que era una enfermedad, y por si fuera poco, que era contagiosa. Lo notó hasta hace poco, cuando varios de sus amigos hablaban de ella, a sus espaldas. Creyó tenerla bajo control, pero era mas fuerte que él, trascendía sus limites, los multiplicaba y dividía a su antojo. Nada podía hacer ya más que someterse a su voluntad. Era implacable, se propagaba como un virus, como un ciclón... destruyendo todo a su paso.

Cierto día sobrepaso el limite, y de que manera!, había llegado a su trabajo, invadió su correo, sus notas, su teléfono... ya había dejado de ser aquella pequeña voz en su cabeza que le machacaba, inextinguible, sutil y perspicazmente sus oídos. Ya había crecido, era parte de él, se alimentaba del aire que exhalaba y del tintinear nervioso de su párpado izquierdo.

Cansado llego a su casa, ella le pregunto donde había estado, que porque se había demorado, con quien había estado. Extremadamente agotado y confundido le respondió... le dijo que estaba cansado y que no tenia porque soportar sus desquiciadas acusaciones, que no había hecho otra cosa mas que trabajar. Ella se enfadó, lo miro con desprecio y le dijo las mil y una. Él la miraba atónito, y lo comprendió enseguida. Una sonrisa triste e inconforme se dibujo en su enervado rostro. Ella seguía lanzando puñales de letras. Uno tras otro, como una maquina de lanzar pelotas de tenis, pero él parecía un fantasma, inerte y pasivo... no hacia mas que ponerle el pecho a las balas... Ella tomó sus valijas y se marcho dejando atrás no mas que el estrepitoso y seco sonido de la puerta cerrándose a su espalda.

El nunca volvió a saber de ella, nunca una carta, una llamada, un mensaje... nada... nadie había vuelto a saber de ella... era como si se hubiese esfumado, como si la tierra la hubiese tragado para siempre. El tampoco hizo por buscarla... estaba mejor sin ella...

Y sin aquella tediosa vocecita en su cabeza...



Posteado a las 12:14 del martes, 22 de diciembre de 2008