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El escape

Era de noche en la villa. El olor a rocío se había apoderado de toda la habitación. La luz de la luna pintaba de gris el pastizal del fondo de su hogar mientras los animales dormían. El frio de la noche se colaba por la ventana sin pedir permiso, helando el aire que respiraba pero sin inmutar en lo más mínimo aquel ritual de vida que llevaba ya varios años practicando.

Siempre había tenido esa debilidad por la noche. Pasada cierta hora era como si una voz interior la despertara de su más profundo sueño para contemplar el concierto de sombras y silencios que la noche traía consigo. Era un momento que ella se regalaba casi todos los días; era un momento en el cual ella era ella sin ninguna mascara y donde los únicos espectadores de su devoción eran las miles de estrellas que deambulaban por el cielo.

Lo más lindo de todo ese espectáculo era el final. Ese momento en que las sombras se alejan lentamente dándole lugar a los primeros rayos de sol. Rojo, naranja y amarillos son los colores que toma el escenario. El canto de los primeros pájaros y el olor a un nuevo día la encontraban, casi siempre, durmiendo profundamente.

Cuando se despertaba sentía una sensación de libertad y completitud que compensaba por lejos las horas de sueño perdidas. Era como si renaciera cada mañana solo para volver a morir por la noche... para luego resucitar de entre los sueños y, cobijada por la luz de luna, comenzar su ciclo nuevamente.



Posteado a las  15:05 on martes, 28 de abril de 2009